Preparndonos para el Triduo Pascual
Published 3:29 pm Friday, March 27, 2009
Comienza el Triduo Pascual, que nos har revivir el acontecimiento central de nuestra salvacin. Sern das de oracin y meditacin ms intensas, en los que reflexionaremos, ayudados por los sugerentes ritos de la Semana Santa, en la pasin, en la muerte, y en la resurreccin de Cristo.
En el Misterio pascual est el sentido y el culmen de la historia humana. «Por ello –subraya el Catecismo de la Iglesia Catlica–, la Pascua no es simplemente una fiesta entre otras: es la “Fiesta de las fiestas”, “Solemnidad de las solemnidades”, como la Eucarista es el Sacramento de los sacramentos (el gran sacramento). San Atanasio la llama “el gran domingo” (Ep. fest. 329) as como la Semana Santa es llamada en oriente “la gran semana”. El Misterio de la Resurreccin, en el cual Cristo ha aplastado la muerte, penetra en nuestro viejo tiempo con su poderosa energa hasta que todo le esté sometido» (n. 1169).
El Jueves Santo, contemplaremos a Cristo, que en el Cenculo, en la vigilia de su pasin, hizo a la Iglesia el don de s mismo, instituy el sacerdocio ministerial y dej a sus discpulos un mandamiento nuevo, el mandamiento del amor. En el sacramento de la Eucarista ha querido quedarse con nosotros, haciéndose nuestro alimento de salvacin. Tras la sugerente santa misa de la Cena del Señor, velaremos en adoracin con él, obedeciendo al deseo que manifest a los apstoles en el Huerto de los Olivos: «Quedaos aqu y velad conmigo» (Mateo 26, 38).
El Viernes Santo reviviremos los trgicos pasos de la pasin del Redentor hasta la crucifixin en el Glgota. La adoracin de la Cruz nos permitir comprender ms profundamente la infinita misericordia de Dios. Al pasar conscientemente por aquel dolor inmenso, el Hijo unigénito del Padre se convirti en anuncio definitivo de salvacin para la humanidad. ¡Ciertamente la cruz es un camino difcil! Y, sin embargo, slo en ella se nos entrega el Misterio de la muerte que da la vida.
El clima de recogimiento y silencio del Sbado Santo nos ofrecer después la ocasin de esperar, rezando con Mara, el acontecimiento glo rioso de la Resurreccin, comenzando a experimentar ya la ntima alegra.
En la Vigilia Pascual, al entonar el canto del «Gloria» se desvelar el esplendor de nuestro destino: formar una humanidad nueva, redimida por Cristo, muerto y resucitado por nosotros.
Cuando se cante en el da de Pascua en las Iglesias de todos los rincones de la tierra «Dux vitae mortuus regnat vivus», «el Señor de la vida haba muerto; pero ahora, vivo, triunfa» («Secuencia»), podremos comprender y amar hasta el fondo la Cruz de Cristo: ¡en ella, Cristo derrot para siempre al pecado y a la muerte!
Si vivimos santamente estos das tendremos una consoladora paz
En el Triduo Pascual concentraremos la mirada de manera ms intensa en el rostro de Cristo. Rostro de sufrimiento y agona, que nos permite comprender mejor el carcter dramtico de los acontecimientos y de las situaciones que también en estos das afligen a la humanidad; Rostro resplandeciente de luz, que abre a nuestra existencia una nueva esperanza.
En la carta apos tlica «Novo millennio ineunte», escriba Juan Pablo II: «Después de dos mil años de estos acontecimientos, la Iglesia los vive como si hubieran sucedido hoy. En el rostro de Cristo ella, su Esposa, contempla su tesoro y su alegra. “Dulcis Iesu memoria, dans vera cordis gaudia”: ¡cun dulce es el recuerdo de Jesús, fuente de verdadera alegra del corazn!» (n. 28).
En el Getseman nos sentiremos en singular sintona con quienes yacen bajo el peso de la angustia y de la soledad. Meditando el proceso al que fue sometido Jesús, recordaremos a cuantos son perseguidos por su fe y a causa de la justicia.
Acompañando a Cristo hacia el Glgota, a través de la calle de la amargura, se elevar con confianza nuestra oracin por quien se encuentra bajo el peso en el cuerpo y en el espritu del mal y del pecado. En la hora suprema del sacrificio del Hijo de Dios, pondremos con confianza a los pies de la cruz el anhelo que albergan todos los corazones: ¡el deseo de la paz!
Mara Santsima, que sigui fielmente a su Hijo hasta la Cruz, nos llevar, tras haber contemplado con ella el rostro doliente de Cristo, a gozar de la luz y de la alegra que emanan del rostro resplandeciente=2 0del Resucitado.
Este es mi auspicio: ¡que sea un Triduo verdaderamente santo para vivir una Pascua feliz y consoladora!